La ilusión nos inunda cuando vamos a iniciar nuestras vacaciones. Planificamos las múltiples visitas que vamos a hacer, los lugares donde vamos a dormir... y escogemos a la aventura el restaurante donde vamos a comer. Si además nuestro destino es Galicia no hay problema, ¡allí siempre se come bien!
Es cierto que Galicia es preciosa, aún no he encontrado un lugar que nos haya decepcionado. Hemos recorrido sus caminos, a través de los Caminos de Santiago. Hemos disfrutado de la Mariña lucense, que es una maravilla. Y este verano decidimos ir a las Rías Baixas, A Pobra do Caramiñal, y visitar sus alrededores primero y luego nos fuimos a Muros, Louro, desde donde recorrimos su costa y sus pueblos emblemáticos. Yo ya conocía la primera zona y digo conocía porque cambió tanto que me costó reconocer los lugares de mis recuerdos, es cierto que algunos permanecen inalterables como la Botica o la Alameda, pero otros... están tan encerrados en edificios nuevos que cuesta verlos.
Desde Pobra fuimos al Mirador da Curota, que ofrece unas vistas tan preciosas como tristes ya que se puede apreciar la devastación del último incendio. De allí fuimos a ver las dunas de Corrubedo, se trata de un parque natural que puedes visitar y en el que han instalado unas pasarelas de madera para no dañar la duna, pero siempre hay cortos de miras que piensan que es muy guay pisar algo así y si sus nietos no lo pueden conocer pues que más da... así nos va en este país, siempre pensando en términos de hoy, el mañana no importa, en fin. Corrubedo es un pueblo pesquero precioso y unos paisanos amabilísimos nos recomendaron un restaurante nuevo en el puerto, A Benboa, un sitio con un encanto especial, tienen tienda, restaurante, bar... los precios son asequibles y la cocina es buenísima, todo fresco, exquisito, bien presentado... un lujo de sitio, espero que tengan mucho éxito, lo merecen. Tras la comida hicimos turismo, los faros de la zona y llegamos hasta Noia que es ya más grande. De ahí vuelta, todo eso con un calor que en nada tiene que envidiar al sur.
Al día siguiente seguimos hacia el sur y fuimos a Carril, famoso por sus almejas, ver la lonja es interesante, luego Vilagarcia de Arousa donde pudimos apreciar los estragos de la crisis. Después Cambados, donde comimos estupendamente en un restaurante llamado As Pías, el trato inmejorable. Cambados tiene una plaza en la que se enmarca el Parador, antiguo pazo, precioso, lleno de historia y por donde parece no haber pasado el tiempo. O Grove y la Toja nos llevan al final de nuestro día. Da vértigo ver cómo se ha construido en lugares como La Toja, donde los pisos de lujo siguen cerrados pero a cambio desaparecieron los parajes naturales.
Al día siguiente, nublado y con más fresco, nos fuimos a Coruña. Ha cambiado tanto en los últimos años que me sentí desorientada, no encontraba nada, solo me sentí bien en la Marina, Ciudad Vieja, y en la Plaza de María Pita. Tras callejear toda la mañana decidimos comer en la calle de la Franja en un restaurante llamado O Calexo y que merece de una buena crítica gastronómica, ahí va.
Al llegar estaba casi completo, así que nos pasaron al comedor del primer piso. Tenían un menú de 10€ y uno especial de 15€. El camarero nos informó que un plato que acababa de servir y por el que le preguntamos era del menú especial, así que lo pedimos. De primero el plato que acabábamos de ver y que os dijo que era salpicón de marisco, yo hubiera dicho que era un pastel de cabracho pero él dijo que salpicón de marisco, pedimos, por lo tanto, dos. De segundo lacón con grelos y un solomillo a la plancha. Para beber el vino de la casa, supusimos que era Ribeiro. Pues ordenado el menú tardaron como una hora en servirnos, nos trajeron una botella, aún hoy no hemos vuelto a mencionar aquello, con supuesto vino blanco, tras probarlo, no quiero ni mencionar lo que me viene a la mente que podría ser, nada relacionado con vino, pedimos agua embotellada. Nos trae en una hoja de lechuga, para nada la presentación del plato anterior un salpicón de merluza congelada. Lo llamo le digo que eso no es lo que ordenamos y me dice que sí que el salpicón de merluza lleva pescado, ya pero si es de marisco algo de marisco debería llevar y no hay ni tan siquiera una quisquilla. Se va y en vista de que no vuelve al final lo como, después me pregunta si me gustó ¿¿¿¿???? Hartos ya, solo queríamos irnos, nos trae el segundo plato, el lacón no estaba mal, no era bueno pero en fin, los grelos estaban sosos, pasados y nada frescos. Pero lo peor fue el segundo plato de mi pareja, el solomillo estaba tan podrido que el plato apestaba, no hacía falta probarlo, como dicen ellos cheiraba. Volvemos a llamar al camarero y primero lo niega pero ante la insistencia se acerca un poco, y acto seguido lo coge y se lo lleva, suponemos que le llegó el hedor. Luego trajo otro, ya en condiciones, tras un postre insípido, aunque casero, pedimos la cuenta, pagamos y ni tan siquiera tuvimos una disculpa por el trato, ni rebaja por un plato, salpicón de pescado que no de marisco que formaba parte del menú de 10€. Salí tan enfadada que le hice la foto al sitio de los horrores y decidí dejar constancia aquí, si a modo de pataleta, ya lo sé.
El resto del día decidimos ir a Santiago, ciudad en la que siempre nos han tratado bien y donde cenamos estupendamente en El gato negro, emblemática taberna para estos caminantes.
Tras un día de descanso en la playa de Cabio decidimos irnos a Louro, Muros, el sitio es precioso y la gente encantadora. Desde allí descubrimos Carnota, Fisterra, Muxia y pudimos ver el agradecimiento que aún sienten por las personas que ayudaron en el desastre ecológico que fue el Prestige, la solidaridad en estas tierras no solo está en boca de sus habitantes o en los monumentos levantados para recordar por siempre, se percibe en el trato, en las ganas de agradar y de ayudar a cualquiera que lo necesite. Una visita obligada ha de ser en Fisterra el Museo de la Pesca del castillo de San Carlos, el señor que nos hizo de guía del museo, además de lo mucho que nos hizo disfrutar con sus conocimientos y con la pasión que le puso, nos enseñó cosas que ayudan a comprender el carácter de los gallegos y lo duro de sus vidas. Gracias.
Decidimos pasar el día de los fuegos en Santiago de Compostela, pasamos el día con nuestros amigos, por cierto hicimos un paseo precioso por la ciudad pero en el bosque casi. Al volver cenamos en su casa y ya preparábamos la salida para ver los fuegos cuando nos enteramos de la triste noticia que asoló Galicia ese fatídico día. Nos quedamos sin habla, el silencio lo inundó todo.